En la cabeza yace el sagrado recinto de los pensamientos: la mente. Templo corrupto y deteriorado del ser.
Está adornada con pasillos para la exploración de ideas y recuerdos como si fueran las memorias una galería de arte decadente, donde el público es representado por un rostro que produce una mueca como si le dieran suaves bofetadas.
Mantienes la boca y los ojos cerrados para no decir. Mantienes tu corazón cerrado para no sentir.
Frunce el ceño y permanece inmóvil. El cuerpo es un cacharro minúsculo y contraido como la figura de un animal cuadrúpedo en posición defensiva.
Liberas descargas eléctricas del interior de tu espina dorsal al contorsionarte con violencia.